Seguramente en alguna ocasión te has visto sufriendo en un entrenamiento duro y se te ha pasado por la cabeza abandonar. O directamente has abandonado el entrenamiento. Sin embargo, hay otras veces u otras personas que ves que son capaces de luchar hasta completarlo. ¿Qué te hace abandonar o luchar? ¿Tienen algo especial esas otras personas que aguantan hasta completarlo? ¿Qué estrategia o recursos te estás perdiendo?
Que correr tenga que ver con ser constante y entrenar, es cierto. Pero esto no es suficiente. Por mucho que entrenes, si la cabeza no acompaña, puedes venirte abajo inexplicablemente.
Además de la parte física, hace falta una dosis de otros recursos que empujen a la cabeza a convencerse de seguir adelante cuando sientes que tu físico se empieza a agotar. Esto no solo lo necesitaremos en momentos de competición, sino también en los entrenamientos de nuestro día a día.
Cuando hay que tirar de cabeza entrenando
Tu plan de entrenamiento debería contar con diferentes tipos de entrenamientos. Unos serán más llevaderos, como los rodajes, y otros serán más exigentes, como las series, fartleks o tiradas largas.
La mayor dificultad tanto física como mental surge con los entrenamientos de calidad. En este tipo de sesiones se intenta, en muchos casos, acercarnos a nuestros límites para estimularlos. Esto hace que físicamente sean muy exigentes, pero es necesario llegar a ese esfuerzo físico para cosechar resultados.
El conflicto puede surgir cuando te rindes antes de haber llegado a ese límite que se buscaba. Es decir, cuando no completas el entrenamiento o bajas la exigencia. Llega un punto en que deberías sentir que haces un verdadero esfuerzo y arrastrar cierto sufrimiento. En ese momento, es más fácil y cómodo abandonar que luchar para completar la sesión.
Ahí es donde la cabeza juega su papel. Ser capaz de impulsarte mentalmente a continuar te hará cerrar bien el trabajo. No, no te vas a lesionar por hacer un esfuerzo un poco más allá de lo que sería la opción más cómoda si el entrenamiento está bien planteado. En cambio, una cierta frecuencia de entrenamientos abandonados, te alejará de tu objetivo.
Aceptando que es importante esforzarse en completar los entrenamientos, la siguiente cuestión sería discernir qué recursos nos pueden ayudar a conseguirlo.
Dos motivos clave que te ayudan a no abandonar entrenamientos
Ser fuerte mentalmente o tener esa mayor capacidad de lucha no es que venga tampoco de la nada. Sí puede ser que unas determinadas circunstancias o carácter puedan favorecer más o menos. Pero existen recursos que facilitan que la cabeza acompañe:
1. Tener una fuerte motivación
Cuando crees en lo que haces, confías en que lo podrías conseguir y te supone un reto a la par que una ilusión, aumentan tus posibilidades de lograrlo. Por esto, es más fácil entrenar cuando se tiene un objetivo.
Te diría que tanto en la vida como en los entrenamientos, tener un objetivo es poner el foco en algo a lo que dirigirte. Eso consigue que todos tus esfuerzos se centren en esa dirección, sepas mejor lo que tienes que hacer y por supuesto, tengas esa motivación. El objetivo tirará de ti para ayudarte en los momentos más difíciles.
Pero para que esto funcione, tenemos que haber definido un objetivo que sea a la par retador y alcanzable.
Si apuntamos demasiado alto, nos encontraremos haciendo entrenos por encima de nuestras posibilidades. Y aquí sí existe el riesgo de lesión. Aquí más que la fuerza mental, lo que nos estaría fallando y haciendo que nos frustremos, es ver que no conseguimos completar muchos entrenamientos o que hacerlo nos lleva a estar demasiado fatigados y pagarlo en siguientes sesiones.
La activación de nuestra cabeza tiene que ser acorde con que el objetivo responda a nuestras posibilidades. Entonces sí tiene sentido porque realmente, lo que nos faltaría para llegar a hacer bien el entrenamiento, sería un poquito más que puede aportar la cabeza. Si no, igual estaríamos más bien hablando de que nos falta bastante más que cabeza y estaremos arriesgando nuestro físico.
Si el objetivo es realista y alcanzable, irás viendo como poco a poco, luchando, completas entrenamientos que no creías que pudieras hacer. Si no es un objetivo correctamente definido, es más fácil que veas que no completas ciertos entrenos, que tengas malas sensaciones y entonces caigas más frustrado y desmotivado que con ánimos de luchar y seguir adelante.
2. Estar seguro con el camino que estás siguiendo y generar un compromiso.
Podríamos decir que el objetivo actúa como foco que tira de ti, pero llegar a él supone recorrer un camino.
Si cuentas con una fecha límite, tienes un determinado tiempo para hacer ese camino y cosechar resultados. Eso te obliga a cumplir con el día a día.
Si vas entrenando con la duda de si estarás haciendo el entrenamiento correcto o te estarás equivocando. Viviendo el miedo a poder lesionarte por errores. Con la sensación de que no percibes resultados y eso te hace cambiar de planteamiento para probar otras cosas dentro de la preparación de ese mismo objetivo. Seguramente tu capacidad de lucha se verá pronto mermada.
La duda te restará confianza.
Imagina que estás haciendo unas series largas. Llega el momento de la última repetición, vas fatigado y al límite y te queda hacer un verdadero esfuerzo para conseguir completarla. No sería raro que por tu cabeza empezarán a asomar pensamientos del tipo “¿de verdad es necesario todo este esfuerzo o me estoy pasando?” o “¿no caeré ahora lesionado o sobrecargado por exigirme tanto?”. Entonces por una mezcla entre inseguridad y prevención, podrías optar por dejar el entrenamiento o rebajar la distancia o ritmo por si acaso.
Lo malo es que igual te has privado de la parte verdaderamente importante del entrenamiento. La que te iba a producir el mayor beneficio por hacerte trabajar con fatiga. Y a lo mejor, ni si quiera, era tan exagerado lo que estabas haciendo pero la duda de si acertabas, ante la falta de una confirmación o referencia, te ha hecho parar.
Sin embargo, si en esa misma situación hubieras tenido la certeza de que el entrenamiento era el correcto, las cosas podrían haber sido diferentes.
Si tienes un objetivo definido y sabes con certeza que puedes confiar en lo que estás haciendo, no te queda otra opción que luchar e intentarlo. Entonces en ese punto de sufrimiento, vendrá a tu cabeza el porqué estás ahí haciendo eso, tu objetivo. La ilusión que tienes por conseguirlo y la seguridad de que estás yendo por el camino correcto, te ayudarán a dar tu máximo para completar el entrenamiento aunque te cueste.
Esto no quiere tampoco decir que vaya a ser fácil. Igualmente tendrás que hacer un esfuerzo por poner en el centro de la cabeza la imagen de tu objetivo mientras peleas por seguir con el entrenamiento.
Si a esto le sumas que la certeza de que estás haciendo el entrenamiento correcto viene avalada porque tienes un entrenador que te ha definido el plan, surge otro factor que también empuja a continuar. Al tener un entrenador has adquirido en cierto modo un compromiso. Sabes que hay otra persona involucrada en ese proyecto que está dedicando un tiempo y esfuerzo para ayudarte.
Puede parecer que en realidad es algo que haces para ti y que un entrenador te ayuda pero no es tanto su guerra. Pero en el fondo, no funciona tan así. Consciente o inconscientemente, cuando en tu propósito hay involucrada más gente, aumenta el compromiso ya no solo por ti sino por los demás. Pasa en otro tipo de proyectos, en planes con amigos o en cuestiones familiares. Y mal que bien, comprometerte con un entrenador también tiene algo de esto.
No es raro que entonces surjan pensamientos del tipo “como no voy a hacer esto, qué va a pensar”, “si no cumplo con este ritmo igual me dice que tengo que cambiar de objetivo” o “con el tiempo que ha dedicado a preparar el plan y ahora yo no le hago caso”. Al final, ese punto como de presión, compromiso extra o ponerte de frente con la realidad, te da un empujón más para querer hacer el esfuerzo.
Por no aludir a la otra parte. Normalmente cuando pagamos por algún servicio, nos obligamos más a hacer uso de él. En mayor o menor medida, esta otra condición también te hace ser más constante con el entrenamiento. Has hecho una inversión porque querías algo, entonces tú mismo pensarás que deberías aprovecharla. ¿O no has oído decir a alguien eso de que paga el gimnasio para sentirse obligado a ir?
Pues sí, el vínculo económico, también favorece la obligación en muchos casos.
Acertar con nuestro entrenamiento y que la cabeza además acompañe, nos pone más fácil alcanzar nuestro objetivo y evitar abandonar entrenamientos. Para esto es bueno disponer de todos los recursos que nos ayuden a sumar en la dirección que perseguimos.
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Foto de Massimo Sartirana en Unsplash