La magnitud del reto y la distancia a recorrer es cada vez mayor. O siempre lo ha sido para su época y lo que hacemos es ir superándola. Puede parecerte más o menos loco un reto u otro pero, ¿qué nos lleva a las personas a buscar esas superaciones?
Muchas veces hemos oído hablar de retos como correr una maratón al día durante un mes o hacer no sé cuántos ironman en cierto tiempo.
Aparentemente son pruebas que dirías que no tienen mucha transcendencia. De esas que piensas que qué sentido tiene llevarse a esos límites si ni te pagan por ello (en muchos casos), ni es tu profesión, ni parece que te estés llevando nada a cambio como para sufrir tanto.
Pensar así puede ser más propio de alguien que nunca se ha visto metido en algo suficientemente retador.
Lo que aprendes del reto ya antes de la línea de salida
Tú tienes tu trabajo, tu familia, tu vida. Que dentro de eso metas correr para hacer ejercicio, por salud y cuidarte, se entiende.
Pero las palizas y ambiciones extrañas cuesta más entenderlas.
¿Por qué alguien iba a querer darse la paliza que supone preparar una maratón? ¿O la carrera más larga del mundo?
Esa carrera consiste en recorrer 5000 kilómetros durante 52 días dando vueltas a una misma manzana en Queens, Nueva York. Es la denominada Self-Transcendence (auto-transcendencia). Se trata de correr unos 100 kilómetros por día.
No es que vayas avanzando en etapas y cambiando de escenario, es que das vuelta a un circuito de menos de un kilómetro viendo vuelta a vuelta el mismo escenario. Tú te organizas como quieres para ir haciendo y sumando kilómetros durante ese plazo de tiempo, quien antes complete la distancia, gana.
Quizá, en apariencia, mucha paliza para poco atractivo. Pero su creador, de origen indio, tenía claro lo que buscaba. Y los participantes dicen vivirlo así como se esperaba.
Para empezar, cada día completas más de dos maratones. No al ritmo que harías una maratón, pero haces esa distancia y con lo que hayas podido descansar, te levantas al día siguiente para repetir lo mismo. O un poco más si quieres ganar y sumar el total de kilómetros en menos días.
Necesitas mucha disciplina.
Además de mucha preparación hasta llegar a la prueba. Lo que también se ha tenido que hacer tirando de disciplina.
Para encima estás repitiendo el mismo escenario día tras día. Algo que mentalmente también tienes que ser capaz de encarar y superar.
Los corredores llegan a decir que acaban viendo belleza en cada rincón, en unos árboles, el cielo o en unos pájaros.
Y es que esta prueba quiere llevarte a eso.
Empujar tus límites
Lo que su fundador Sri Chinmoy, líder espiritual indio, buscaba, era la autotrascendencia. Era que la persona explorara sus límites más allá de donde creían que estaban.
Algo parecido a lo que un corredor popular hace en maratón o en cualquier prueba que le rete, a otra escala.
A priori, si ves el planteamiento de la prueba, dirías que es una locura y un ser humano no puede hacerlo. Sin embargo, ha quedado comprobado que físicamente puede hacerse, por los corredores que ya lo han demostrado.
Pero queda el reto mental.
“La primera semana es bastante desafiante, especialmente para la mente. Pero después de un tiempo te acostumbras. Tienes que aceptar que todos los días van a ser iguales” decía un corredor de la prueba.
Lo que muchos repiten es que “te acostumbras”. El cuerpo genera una adaptación y acepta que día tras día lo que vas a hacer es eso.
Llega un punto en que la mente entra en un estado de meditación en el que dejan de preocuparte otras cosas y desaparecen los miedos. Estás enfocado en dar una zancada tras otra.
Hay quien dice que “esta carrera te simplifica la vida porque no tienes que pensar en nada más que correr”.
Así que parece que cuando alcanzas ese estado mental, eres capaz de completar una prueba física que en un principio te había parecido una barbaridad. Hasta inhumana.
Lo que te llevas para siempre
Pero lo que importa de todo esto, no es la prueba en sí. Ni ganarla, ni perderla. Es algo que te llevas dentro.
Es lo que también se vive cuando te sorprendes de haber superado tu mejor marca personal. Sea en una distancia o en otra.
Y no es cuestión de marcas en sí, ni de valores absolutos. Aquí lo que importa es demostrarte que el límite no estaba donde tú creías. Tener constancia de esta evidencia, tiene una repercusión muy grande en la vida de las personas.
“Cuando puedes ir más allá de todos estos desafíos y completas 3100 millas te da una enorme cantidad de confianza interior en tu vida diaria, así que para mí, ahora, es casi como una escuela de vida sin las distracciones del mundo exterior.”
Eso decía uno de los corredores que ha participado en esta prueba. Y esto decía otro:
“Las últimas dos vueltas estaba totalmente desconectado de mi cuerpo. No sentía ningún dolor. Era una sensación muy especial.”
El aprendizaje más claro que se desprende de todo esto es uno: lo que frena a no conseguir algo, no es tu cuerpo sino tu cabeza.
Dicho esto, todo requiere preparación y en el camino adquirir otras habilidades, como el desarrollo de la disciplina. Pero los imposibles que nos creamos, suelen ser más cosas que nosotros nos creemos que cuestiones realmente imposibles.
Al final, estás poniéndote a prueba en un ámbito deportivo, para hacer un aprendizaje de crecimiento interior que se extrapola al resto de tu vida. No solo porque llegues a creerte que sí es posible que alcances ciertos objetivos en cualquier campo, sino por la confianza en ti mismo que desarrollas, que es la parte crucial para pelear por conseguir el resto.
Fuente: A 3,100-mile run for the world’s longest foot race
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