¿Con qué frecuencia aparecían las lesiones al correr durante una temporada normal? ¿Y con qué frecuencia te has lesionado en los últimos meses sin competiciones? Es muy probable que prácticamente no hayas sufrido lesiones o hayan sido meras molestias. No es casualidad.
Partimos de la base de que estás entrenando con cierta regularidad. Lo cual te sigue exponiendo a la posibilidad de lesión.
Sin embargo, lo que cambia es que no estarás entrenando con la intensidad y exigencia propias de un ciclo específico de entrenamiento o de preparación para competir. Pero sí deberías estar combinando suficiente variedad de tipos de entrenamientos.
También cambiará que no estarás percibiendo una mejora tan rápida de tu rendimiento. Aunque sí deberías estar percibiendo cierta mejora y un avance progresivo, será una gran ayuda para tu motivación.
Lo que puede haber reducido tus lesiones al correr
Este cambio de contexto puede estar haciendo que tengas más dudas sobre cómo entrenar pero probablemente también te haga descubrir otras cosas. Como que te lesionas menos. ¿Es así?
Si estás entrenando a base únicamente de rodajes, evitando entrenamientos de calidad e incluso tiradas largas, la exigencia de tu entrenamiento habrá bajado (supuestamente). Esto puede hacerte sentir más descansado, cómodo entrenando y seguramente sin molestias ni lesiones.
Y mira, si un día surge alguna molestia, tienes fácil parar de entrenar unos días. No hay una fecha de competición que apremie y que suponga que si paras unos días, puedas perder el tren.
Ahora podrías preguntarte: ¿quiere decir que preparar una competición implica más riesgo de lesión?
Pues sí, en cierto modo sí. Lo que no quiere decir es que siempre que prepares una competición tengas que lesionarte. Ni que a la fuerza vayas a lesionarte ciertas veces al año, podrías incluso llegar a no lesionarte en toda la temporada. Pero el riesgo, sigue estando ahí.
Cuando el entrenamiento es más exigente, también estás pidiendo a tu organismo que responda a un esfuerzo mayor. Esto es necesario porque dar respuesta a ese esfuerzo genera la adaptación que te hará mejorar. Sin embargo, pedirte demasiado, puede llevarte a romper, a tensionar tanto el organismo que lo llegues a sobrepasar.
Es aquí donde está la clave, en encontrar la dosis de exigencia necesaria.
Ahora puede ser que ni huelas las lesiones porque estés moviéndote en un entrenamiento de baja exigencia. Puedes conseguir ir manteniendo más o menos cierto punto de forma pero estar lejos de tu mejor nivel.
Así que, quizá estás descubriendo que se puede correr sin prácticamente lesiones pero también, puede estar sabiéndote a poco tu entrenamiento. Llega un momento en que uno empieza a necesitar algo más, sentir que ha hecho un entrenamiento en que lo ha dado a todo y puede sentirse orgulloso de su logro.
Puede ser que ahora estés experimentando los pros y contras de un entrenamiento más ligero.
Aunque falta otro factor a tener en cuenta.
Ver una competición en el horizonte también actúa como medida de presión. Te compromete más con tu entrenamiento, te esfuerzas más, implica más carga de entrenamiento y menos tiempo de descanso, incluso te puede tener más tenso.
Esto afecta por varios frentes. Por una parte, el reducir el tiempo de descanso porque seguramente estarás entrenando más días, te hace llegar con más fatiga a algunos entrenamientos. Esto supone un riesgo más de lesión. Pero también, en determinados momentos, el entrenamiento busca provocar esto ya que hay que entrenar al cuerpo a responder con fatiga.
Por otro lado, con la competición en el horizonte, a la mínima que sientas alguna molestia, puede ser que descanses o rebajes el entrenamiento algún día pero casi seguro que no te darás mucha tregua. El miedo a que corra el tiempo y estés parado perdiendo forma, suele acabar obligando a saltar al ruedo antes de lo que sería óptimo.
Así que, reduciendo la exigencia de entrenamiento y sin la tensión competitiva, alejamos las lesiones al correr.
Pero esta no es una buena solución, ¿verdad?
Esto puede haberte pasado en una temporada normal
Puede darse el caso de que en una temporada normal de competiciones te hayas visto lesionado en más de una ocasión.
La rueda podría ser algo así.
Arrancas una planificación de ciclo específico, quizá sin haber hecho un buen pre-específico previo. Las primeras semanas, bien, pero a medida que superas el primer mes, empiezan a aparecer molestias o llegas a la lesión. Te tomas un tiempo de recuperación y cuando parece que más o menos estás bien, vuelves a la carga aunque aún con molestias. Quizá recaes en la lesión y pones en peligro tu objetivo, quizá aparece otra lesión derivada de haber entrenado con dolor y malos movimientos; o consigues seguir avanzando hacia el final del ciclo apretando los dientes. Al final, no alcanzas tu objetivo.
Luego sigues entrenando y empiezas a meterte más caña porque piensas que así mejorarás antes. Ahora ya no estás en ciclo específico, pero buscas una buena forma para cuando arranques el siguiente ciclo. Sin embargo, un buen día, caes lesionado.
Una dinámica así entre periodos de entrenamiento y lesión, podría seguir repitiéndose durante mucho tiempo. Quizá entonces pienses que tú no vales para correr, como le pasó a Jorge (aquí puedes ver su historia y cómo consiguió romper esta dinámica).
Sin embargo, si hay tanta gente de todas las edades y constituciones que corre, ¿por qué no iba a ser esto para ti?
Seguramente el problema no esté ligado a tu naturaleza y aptitudes, sino a qué cosas y cómo las estás haciendo.
¿Cuál es entonces el camino?
Al final, a lo que tú quieres llegar es a superarte a ti mismo y demostrártelo compitiendo. Y si es sin lesiones, mejor.
Garantizarte una planificación sin lesiones, sería demasiado osado. Una lesión al correr puede ser el resultado no solo de cómo entrenes sino también de la alimentación, el descanso, el estrés… Pero sí que un entrenamiento más acertado reduce el riesgo de lesión.
Se trata de encontrar el punto de exigencia adecuado para que te produzca una mejora de rendimiento pero sin apretar tanto como para provocar lesión. Así dicho, podría parecer fácil pero en el fondo, es un arte.
Súmale a esto que tienes que cuadrar el momento del pico de forma con el día de la competición.
Cuando combinas correctamente todos estos factores, obtienes el plan de entrenamiento que te lleva a alcanzar tu objetivo y superarte a ti mismo.
Si por querer mejorar antes te pasas de meter carga, ahí tendrás la lesión. Si te quedas corto de carga, tendrás más fácil evitar la lesión pero también más difícil alcanzar un objetivo retador.
Así que, puede ser que ahora estés descubriendo que hay una manera de entrenar sin lesiones, la de la baja exigencia. Pero si lo que buscas es llegar a superarte a ti mismo, ese camino no te bastará. Tendrás que acabar apostando por un entrenamiento más exigente que te lleve a mejores resultados. Si esto lo aplicas con un plan de entrenamiento correcto, aunque las lesiones siempre pueden sorprenderte, conseguirás reducir riesgos y alcanzar tu objetivo.
¿Quieres transformar tu esfuerzo en resultados? Puedes conseguirlo con tu plan de entrenamiento personalizado: avanzar reduciendo el riesgo de lesiones.
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